Cebollas de rama

3 min readOct 30, 2020

Cuando estaba pequeño tuve la oportunidad de vivir en una casa muy grande. Estaba conformada por 6 habitaciones, tres baños, cocina, dos comedores, dos salas, una pieza para televisión y aparte de eso una terraza de casi 60 metros cuadrados. Ya se podrán imaginar lo complicado que podía ser el aseo de ese lugar. Pero tenía sus ventajas, como, por ejemplo, mientras que muchos de mis compañeros de la escuela les tocaba compartir su habitación con algún familiar, yo tenía la mía propia.

Medellín en los años noventa no es que fuera muy seguro para cualquier persona, teniendo en cuenta que por esos días llegó a ser la ciudad mas peligrosa del mundo, habiendo en 1991 unos 7.273 asesinatos registrados, con taza mas o menos de 266 homicidios por cada 100.000 habitantes. Para que se hagan una idea, en 2019 la ciudad más violenta del mundo por segundo año consecutivo fue Tijuana, con una tasa de 134 homicidios por cada 100.000 habitantes… ósea mas o menos la mitad de lo que fue mi ciudad en sus peores épocas.

Las personas estaban tan acostumbradas a los carros bomba que solo se salía a la calle si era absolutamente necesario. Se tenía la certeza de que uno se iba, pero no si regresaba. Así que los niños de mi generación no es que pudiéramos salir con mucha libertad a la calle, menos en el barrio San Javier, donde vivíamos. Cosa que, para mí, hijo único, criado toda la vida solo, no es que fuera problema y menos con una terraza tan grande. Ah… y claro, desde que no me fuera a faltar la consola de video juegos de turno. Con esas facilidades, realmente nunca es que me hicieran mucha falta tener hermanos.

De vez en cuando venia Sandra de visita, una prima un año menor que yo. La verdad, nos llevábamos hasta “bien”, una que otra pelea de niños que terminaba con ella llorando y yo siendo “ajusticiado” por mi mamá, o mi tía. Realmente como yo era el muchachito más cansón del universo, no importaba quien me diera la pela (maltrato físico como lo llaman ahora) casi que todos mis tíos estaban autorizados a darme una buena tunda desde que consideraran en su mente “responsable” que me la merecía.

Por esos días era muy normal que las familias cultivaran algunas hortalizas en la casa, siendo esta tan gigante, que el menor de los problemas era tener espacio, por lo que mi abuela se dedicaba a sembrar cebolla de rama en la terraza. Esta cebolla en otros países es conocida como “cebolla de verdeo” “cebolla verde” o “cebolla de aliño”. Una verdura que se conoce por dar muy buen sabor a la comida, pero es malísima para las ensaladas por lo fuerte que llega a ser.

Un día cualquiera le dio a mi primita que jugáramos a la “cocinita” en la terraza, justo donde estaban las cebollas sembradas. Como no tenia mas que hacer, le seguí el juego sin pensarlo mucho. Tengan en cuenta que ambos no pasábamos de cinco años mas o menos, por lo que todavía no sabíamos nada de cocina. Así que, con la inocencia mas grande del mundo, agarramos las cebollas y las empezamos a picar con unas tijeras para hacer una “ensalada de mentiritas”.

No pasó mucho tiempo hasta que empezamos a sentir un ardor insoportable en los ojos y para acabar de completar la escena, ambos nos frotamos toda la cara con las manos. Teniendo en cuenta que las manos eran las que estaban mas untadas de cebolla, eso no hizo sino empeorar el asunto, así que empezamos a gritar y llorar sin podernos mover, porque no podíamos abrir los ojos.

En esas escucho a mi tía subiendo como un toro, lista para pegarme, porque se oía gritando “¡JULIÁN! ¿QUE ME LE HIZO A LA NIÑAAA?”, pero era tanto el dolor que no era ni capaz de responderle. Llegó mi tía, vio toda la cebolla picada e inmediatamente se hecho a reír. De alguna manera ella sabía que eso no nos iba a matar, pero si nos iba a doler tanto, que no tenía la necesidad de pegarnos a ninguno de los dos para aprender la lección.

Estuvimos el resto de la tarde en la cama con pañitos de agua para bajar el ardor, cosa que duró casi hasta el otro día y con eso aprendimos a nunca mas jugar con las cebollas.

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Julian Montoya
Julian Montoya

Written by Julian Montoya

Soy Julian Montoya, soy de Medellín – Colombia, Ingeniero de profesión, aventurero de corazón y fotógrafo por los laditos.

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