Aterrizaje forzoso
Si han seguido las publicaciones un tiempo prolongado, se podrán haber dado cuenta que gran parte de mi niñez la pasé en Ituango. Para los que no sepan muy bien, al día de hoy el pueblo se ha hecho muy conocido por la represa hidro Ituango, pero años atrás mi tía (la que vivía en el pueblo) lo definía de una manera muy particular: “haga de cuenta que ese pueblo es un bolsillo, por donde usted entra, tiene que salir porque no tiene más pa’ donde, además está tan lejos que no hay sino guerrilla”.
Antes (no se como será ahora) uno solo podía ir en bus y en vuelos chárter. El viaje en bus costaba COP $ 25.000 con la seguridad de que salía a cierta hora de la terminal, pero no se sabía cuanto podía tomar el viaje, porque en verano eran unas ocho horas, pero en invierno, hasta veinte. También era una variable la cantidad de retenes que tocaba pasar, porque a veces era uno o dos, pero otros días tocaba el del ejército, paramilitares, guerrilla y prácticamente el grupo que lo quisiera molestar a uno.
En la avioneta era otro cuento, el pasaje costaba alrededor de COP $ 130.000, teniendo en cuenta que el salario mínimo de la época no debía superar los COP $ 200.000, era una cantidad razonable que se pagaba. Pero eso sí, “hay vidas mas baratas que no son vida” uno prácticamente se sentía rico cuando iba en ese aparato. Salía del aeropuerto Olaya Herrera de Medellín y en media hora estaba en el aeropuerto del pueblo. Después era otra media hora para llegar desde donde lo dejaba a uno la avioneta hasta la zona “urbana” de Ituango, ósea que prácticamente se demoraba uno mas en el carro pal pueblo que en la avioneta desde Medellín.
Un día por allá en el año 99 iba a viajar a Medellín, pero como iba solo, además estaba cumpliendo años, mi madre y mi tía decidieron mandarme en la avioneta. Ella llegaba a eso de las 9 de la mañana al aeropuerto del pueblo que realmente era mas un potrero medio acomodado para que esos pilotos pudieran aterrizar. Esos berracos debían ser como los mejores del mundo, porque yo ahora que estoy grande ni por el hijuemadre me meto en ese aeropuerto tan chiquito y mucho menos con esos aparatos cargados de gente y maletas.
Ósea que uno ya debía estar en la pista antes de que el avioncito ese saliera de Medellín para que uno se pudiera montar de una sin que apagaran los motores prácticamente, por lo que tocaba madrugar mucho, casi que estar listo para salir a eso de las 7:30 de la mañana. Era tanta la emoción de volar, que yo no tenía ningún problema en levantarme a la hora que fuera, prácticamente desde las 6 de la mañana ya estaba acosando para irnos.
Montamos todo a la escalera, esos buses viejos que en Medellín llaman “chivas”, salimos para el aeropuerto, nos bajamos y nos dedicamos a esperar a que aterrizara la aeronave. Aunque primero tocaba ir alguien en una bicicleta a espantar las vacas de la pista para que no hubiera ningún accidente.
En ese silencio de las montañas primero se logra escuchar el motor antes de poder ver el aparato volando y por allá al fondo venia listico para aterrizan. Se vino derecho, tocó tierra, empezó a frenar, pero justo cuando ya casi estaba por llegar a donde nosotros lo agarró un ventarrón de frente. El piloto trató de controlarlo, pero la fuerza fue tal que desestabilizó la avioneta completamente tirándola al suelo.
Tratando de que no llegara a mayores el “accidente” logró hacer contrapeso con las personas que iban adentro del aparato haciendo que una de las alas golpeara el piso y doblara uno de los soportes de las llantas, dejando la avioneta prácticamente clavada al suelo sin que llegara a pasarle nada a los que iban adentro de la aeronave.
Muy preocupado se bajó el piloto, siquiera era Don Diego, el dueño de la empresa, que era el mas experimentado de los que iban a Ituango. Decían los grandes (porque recuerden que yo estaba pequeño) que donde hubiera sido otro piloto no habría podido controlar el ventarrón y la historia hubiese sido distinta. Nos indicaron que iban a mandar otro avión para que fuera por nosotros, por lo que nos tocó esperar mas de una hora hasta que por fin llegó, sin que este ultimo tuviera problemas para el aterrizaje.
Ese día nos fuimos, pero años después me di cuenta de que la avioneta accidentada fue reparada unas semanas más tarde allá mismo en la pista de Ituango. A la empresa de Don Diego le tocó llevar los repuestos por tierra. Lo mas teso es que esa aeronave fue la misma que unos pocos años del incidente se accidentó entrando a la pista dejando herida a toda tripulación. Casi que se podría decir que esa solo había sido una advertencia de lo que iba a pasar.